Videos

Bio

El artista Joe Visconti nació en la isla italiana de Cerdeña, tuvo una adolescencia de rebeldía, la historia como se la presentaban no era de su agrado, buscaba algo más. Por eso decidió ser un ciudadano del mundo.

Desde su juventud se destacó en música, literatura y artes plásticas, producciones que fue alimentando con experiencias de su vida errante.

Por la cercanía, su destino principal fue viajar por Europa, pero no tardaría en cruzar el oceano que lo llevaria a Estados Unidos, aunque su paso por ahí seria muy breve, decía que lo hacían sentir un extranjero constantemente, sin embargo, adoptó el idioma al empezar a componer canciones, le era mas facil expresar lo que tenia que decir en ingles que en su lengua natal, el italiano. Estados Unidos fue el trampolín que lo impulsó a sumergirse en la cultura latinoamericana recorriendo el continente hacia el sur, viajó por Centroamérica, parando en playas paradisíacas, selvas densas, lagos, mares y volcanes. Se las arreglaba trabajando en lo que pudiera y se bastaba con poco.

Así llegó a Brasil, decía que se imaginaba sus últimos días ahí, en un rancho en la playa, pisando arena, comiendo frutas y surfeando olas en un viejo longboard. Ahora sabemos, que el destino lo acompañó, no en Brasil, pero si en la playa.

Finalmente llegó a Buenos Aires, donde se afincó, en un escenario de urbe y descontrol.

De su viaje traía un puñado de canciones y muchas grabaciones espontáneas.

Ahí forjó una amistad con la gente de Il Phantasmo, un grupo de técnicos de reconocidos grupos musicales que en los ratos libres se juntaban a tocar.

Del encuentro con The side dishes, como apodó a estos músicos-técnicos, grabó dos discos: City Surfer (2001) y Last songs for the city (2003).

A consecuencia de excesos y años turbios comienzan a manifestarse problemas de salud, tal es su decaimiento que la familia lo invita de regreso a casa. Sin embargo, su tiempo en la isla estaba contado, pronto partiría a la residencia que la familia tenía en España para sus vacaciones. Y en una casa frente al mar azul, compuso y grabó Only one song inside me (2006).

Cuenta la historia que cuando su hermana fue a visitarlo, luego de meses sin contacto, encontró una nota en la que decía: “gracias por compartir vida conmigo”. Se había marchado, ¿dónde? ¿cómo? Los interrogantes cobran fuerza en su vida, hasta que en una calle alemana retoma contacto con un viejo amigo: Esteban Demelas, Este le presenta a Manolo, asistente de una banda Uruguaya de gira por Europa quien le ofrece a Joe hacer un show en un bar.

A Visconti no le agradaba tocar en vivo, y menos aun exponerse solo. Se caracterizaba por su timidez y se hallaba vulnerable enmascarandose detrás de un actor. Ante estas inseguridades opta por la negación, pero Manolo insiste y le ofrece tocar acompañado por unos nuevos Side dishes. Ante la insistencia de su amigo y una banda que aguanta, accedió.

Joe Visconti Live in Germany (2007) es el registro del show, donde la magia resurge y las canciones de Joe adquieren vida.

El show logra recuperar la chispa creativa, y en esta ebullición Manolo se lo lleva con él a Uruguay. Consiguen un rancho de madera frente al mar, austero al estilo Visconti, sólo una tabla de surf y una hamaca paraguaya donde recostarse a contemplar la inmensidad del cielo y el mar.

En este escenario simple pero lleno de vida comenzó su recuperacion, disfrutando los encuentros con la naturaleza y gradualmente con la sociedad. Se lo veía bien, relajado. No tocaba con frecuencia, pero cargaba siempre un grabador portatil para alojar ideas.

Fue en el verano de 2016 donde empezó a mostrar sus nuevas maquetas aludiendo a otra etapa creativa que se presentaba. Habian pasado casi 10 años desde aquel show, sus composiciones habían mejorado, madurado. El concepto presente en sus composiciones se basaba en el existencialismo puro y crudo.

Todos entendían a Visconti, se habian mimetizado, Visconti atraía... mejor dicho, su historia atraía y todos querían participar y ayudarlo.

Había muchos detalles en su mente que no quería que quedaran librados al azar, y plasmaba esos detalles en su vieja libreta negra presintiendo que algo no lo dejaría terminar.

Y asi sucedió, un dia tenia que ir a una sesión y nunca llegó, quedó dormido para siempre sobre la arena, tenia 39 años.

¿Qué hacer con el arte inmortalizado? El mensaje era claro, la magia, las señales indicaban que había que terminar lo que estaba empezado. Tenía que compartirse. La gente debía conocer estas canciones.

Good bye Visconti (2017) es su último disco, finalizado por sus amigos. Su música es quien sigue viva homenajeando su existencia.

Pero la historia que parecia finalizada aun deparaba un regalo mas.

Manolo, es quien encuentra una idea grabada por Joe. Lo invadió la duda sobre que hacer pero al ver que la cancion hablaba de un enfrentamiento cara a cara con la muerte decidió mostrala.

Al no estar bien grabada y no poder utilizar el audio original decidio entonces llamar a reconocidos musicos de la escena uruguaya para grabar y filmar este encuentro inesperado de diferentes estilos musicales unidos por el amor a la musica.

Pedro Dalton, Sebastián Teysera, Garo Arakelian, Ernesto Tabárez y Federico Morosini con la ayuda de Marcos Mezzotoni, Álvaro Garroni y Esteban Demelas grabaron Times will be better.

The Side Dishes
Artistas que colaboraron con la obra de Joe Visconti:
Gustavo Cochiararo, Sebastián Bottini, Guido Smulevich, Ariel Gandolfo, Luciano Kordon, Jota Calvo, Alejandro Aguerres, Ariel Minimal, Andreina de Bariloche, Susana Landeira, Martina N.B.K., Manolo Ferreiro, PP Canedo, Santiago Butler, Rafael Di Bello, kbz Montedónico, Elvira Rovira, Fernanda Noria, Federico Lima, Carlos Quijano, Nicolás Lieutier, Sebastián Teysera, Pedro Dalton, Garo Arakelian, Ernesto Tabárez, Federico Morosini, Marcos Mezzotoni, Álvaro Garroni, Yamila Montes de Oca, Vito, Juano y Esteban Demelas.

Discos

Testimonios

  • "Yo no vendo caramelos de menta, ¿entendés? No vendo chorizos, que en cuantos mas venda mejor, no, no se trata de eso. Me calienta que no lo entiendan y que solo quieran facturar y facturar. Como si fuera tan fácil salir, tocar, cantar... No entienden. Son sentimientos, son ilusiones, es amor y pasión lo que entrego, es mi alma. Por eso vienen a vernos, ¡por el amor que le ponemos a las canciones!"

    Con estas palabras me convenció. Apenas lo conocía y lo escuché descargarse de ese modo. Pasional y emotivo a la vez que sosegado y espiritual, así era Joe. En esa ocasión discutía con el tecladista de la banda que no entendía porque Joe declinaba la oferta para tocar en una fiesta de 15 de la hija de un magnate de los medios. Joe nunca hizo fiestas privadas. Lo consideraba una bajeza, el colmo de la prostitución de la música decía. "¿Y qué, cuando venga el dueño de la partuza (sic) a pedirme un tema que yo no quiero tocar como hacemos? ¿Me echa? ¿No me paga? No viejo, eso no es pa' mi, ¿qué soy, un payaso?, ¿una bailarina de can can? No, a mi no."

    Creo lo mismo. Que el poder vivir de lo que uno ama y le gusta puede convertirse en un arma de doble filo si uno no tiene cuidado. Si uno se acostumbra a lo bueno (subir es fácil, bajar es lo difícil) después deberá transar y hacer cosas que nunca hubiera hecho si no fuera por la guita.

    Todavía me cuesta creer que el día que fui a grabar sería su último día en esta tierra. Que no lo veríamos mas. Que espacio vacío deja alguien como el, imposible de llenar. Tantos días, tantas noches. Adiós, chau Visconti.

    1 de 5:
    Carlos Quijano
    Saxofonista de La Vela Puerca

  • Aun recuerdo la primera vez que vi a Joe. Supongo que la sincronicidad de las almas se extienden mas allá de toda comprensión, entonces confíe.

    En ese entonces, deambulaba por el mundo anclado en su propio caminar.
    Luchaba incansablemente entre la dicotomía de sus emociones, por instantes reía con furia y en otros un dejo de tristeza lo abrigaba sutilmente. Era desorbitadamente tímido, no frecuentaba hablar sobre sus sentimientos pero sus ojos apaciguaban la voz de su consciencia. Las cosas mundanas no parecían importarle, no llamaban su atención, enriquecía su espíritu con la fina brisa del mar, y ésta le devolvía los sueños colocándolos en un trozo de papel.

    Supo transitar el laberinto de sus pasos y su mente. Muchas veces, se encontraba encarcelado, arrastrándose como un reptil deseoso de comida. Otras tantas, se enfrentaba crudamente al reflejo despiadado de sus ojos y su voz comenzaba a apagarse tímidamente hasta tocar el nudo de las emociones mas recónditas.

    Lo invadía una extraña felicidad cuando la simpleza lo rozaba. El silencio impenetrable, la puesta de sol, la soledad deseada, la arena infiltrándose por sus poros, y su musa inspiradora Melpómene, su cómplice, con quien divagaba libremente por los terrenos empinados de su memoria.

    Su amor irrefrenable por la música lo trasladó a los lugares mas frondosos e inhóspitos, donde algunas veces los recuerdos quedaban boca abajo sostenidos en el tiempo. Pero su necesidad era arrolladora. Debía hurgar en su interior e hilvanar las arterias de su motor, aunque la mano del dolor asomara sus vestigios.

    Fui su compañera de ruta durante algún tiempo, en donde la vida súbitamente unió nuestras direcciones, y con la misma convicción las separó. Pero el amor nos trasciende, nos libera.

    2 de 5:
    Yamila Montes de Oca

  • "Todo se convierte en una farsa, en un circo poco creíble cuando se mete el negocio, la música es para compartir y no para hacerse rico. Con dinero uno deja de pensar en lo que tiene que decir para pensar cuánto va a ganar y en que lo va a gastar"

    La vida siempre puso a Joe en mi camino y pude grabarlo, escucharlo, mezclarlo infinidad de veces. No importaba el momento o el país donde yo estuviera. Siempre aparecía algo de Visconti para que yo pusiera mis oídos a su servicio.

    Así es como supe muchas cosas de el:
    El verdadero nombre de Joe Visconti era Giuseppe Miguel Visconti.
    Los padres de Joe repartían su tiempo entre la isla de Cerdeña en Italia y una casita linda cerca del mar Adriático en España. Decían tener suerte, que la vida los trato bien.
    Joe también tenia ideas políticas, mas bien quería hacer un nuevo país.
    Decía cosas un tanto raras para la época pero creo que eran muy humanas para llamarlas de algún modo. Él decía que cualquier persona del mundo podría entrar a este país sin necesidad de visas o pasaportes y por ese solo acto tendría acceso a un pedazo de tierra donde podría construir su casa, también decía que no podían existir armas, cualquiera que posea una recibiría como castigo la expulsión del país.
    Un tanto radical por cierto. Para el no existirían policías ni militares. Con reglas simples, claras. Cualquiera puede hacer lo que quiera sin dañar a otro.

    Lo que odiaba por sobre todas las cosas era el dinero. Hablaba sobre la película Zitgeist y se sentía identificado por lo que en ella decían.
    Decía que tendría que escribir un libro que contenga las reglas y leyes para un nuevo lugar. A veces sonaba extraño pero creo que aunque utópico, estaba bien lo que decía.

    Joe se enfermaba con los tamaños y los números, quería guitarras pequeñas, autos pequeños, bolsos pequeños, como si quisiera estar listo para viajar libre, sin muchas cosas que cargar. Sin que lo vieran. Le gustaba irse sin saludar, desaparecer, aunque no lo hacia con mala intención, simplemente se tenia que ir. No cargaba con novia, mujer ni hijos. Aunque siempre lo deseo.
    Sus discos eran todos de 9 canciones y una duración de 30 minutos aprox.

    El nunca quería explicar mucho el porque sobre no editar sus discos, ante cualquier pregunta relacionada a esto siempre se escapaba diciendo que nosotros sabríamos que hacer llegado el momento. Y descubrimos que ese momento es ahora, ya que al finalizar este ultimo disco uno logra entender que lo suyo no era mostrar un tema o un disco, era una obra entera que simplemente describe una vida.

    Yo tuve la suerte de poderlo conocer, pasar interminables noches sin sueño grabándolo y en el final entender que el arte es una forma de vivir por siempre.
    Good bye Visconti!

    3 de 5:
    Esteban Demelas
    Ingeniero de Sonido
    (La Vela Puerca, La Trampa, Eté y Los Problems, Los Fabulosos Cadillacs, Babasónicos, Los Pericos ...)

  • I say hello, he say good bye!!

    Poco me importa el momento preciso donde conocí al Visconti.

    Lo único que recuerdo, es una habitación pequeña que con el paso de la horas se transformó en una especie de panal de abejas zumbando y zumbando.

    Entre tanto zumba que zumba recuerdo como si fuera hoy la cara de sorete que tenía el sujeto que trajo Esteban al panal, pero nadie entraba si no tenia un buen motivo. Y eso quedó demostrado cuando sonaba una canción, que por suerte no recuerdo. Él hizo el comentario mas certero que escuche en mucho tiempo, intenté reír, casi puedo y fue suficiente para que el también lo intentase. Me le senté al lado y a zumbar se ha dicho.

    Después de una larga charla, sobre el camino hacia la muerte o hacia la vida (como prefieran llamarla), y sobre algunos disgustos musicales mutuos, decidí dejarlo hablar cosa no muy común en mi persona. Parecía una presa bastante discreta, dura y con dificultades en el idioma.

    Una gran oreja sentada frente a mi, pero es sabido que las apariencias engañan, esa gran oreja poco a poco se transformó en una boca vapuliandome un buen rato con pocas frases, pero contundentes ideas.

    Así lo conocí, el pacto estaba sellado, fuimos dos nadadores sincronizados, precisos y milimétricos.

    Merecimos una medalla por aquel nado sincronizado, pero preferimos las copas.

    Las vitrinas que saqueamos esa noche forjaron la amistad y admiración que aún perdura.
    Lo difícil es recordar el panal, la abeja fue inolvidable.

    4 de 5:
    Manuel Ferreiro
    Músico, Stage Manager de La Vela Puerca

  • Visconti tiene un karma, no sabe como resolverlo. A través de la música sana, en la aventura de recrear con sonido aquel pensamiento que lo atormenta.

    Sabe que la música y las palabras no alcanzan, pero no puede mas que escupirlo cada día. En el momento en que lo hace, desaparece la realidad para instalarse una emoción que lo recorre completo.

    Él es un poco obscuro. Su imagen lo es. Y sus palabras explican la realidad y la fantasía incluyendo lo mágico.

    Creo que tengo que explicar un poco mejor. Algunos de ustedes lo conocen, es de la vieja guardia, de los que toca en bares pequeños. Con pocas luces y muchas sombras.

    En su encuentro con la música Joe Visconti se consume, se enferma. El círculo tiende a cerrarse. Él mismo se transforma en un instrumento de no se sabe qué y lo necesita.

    Es como un vicio, pero no es vicio, es mas bien como una profunda fe, pero tampoco es fe, porque no es religioso...

    Su vida no es mas que un instante eterno, sus instantes se dividen entre una grabación y otra, entre un encuentro creativo y otro y otro y otro más.

    A veces me sorprende el juego de la vida, no es mas que eso. Hay almas que comparten la vida con la nuestra; a veces mucho tiempo otras no tanto.

    Joe Visconti es de los instantes, largos pero instantes.

    Él es capaz de componer y grabar solo, en realidad no puede parar de hacerlo. Aunque siempre le gusta invitar a diferentes artistas para que le den a sus canciones alguna verdad aparte de la suya; solía llamar a sus invitados "The side dishes".

    Yo lo conocí comenzando el siglo. Pasaba los veinte anos, y tenia una mirada escéptica de la historia, hablaba un poco mal el castellano. En realidad hablaba un poco mal todos los idiomas aunque era divertido escucharlo, interesante, pocas palabras que decían mucho.

    5 de 5:
    Susana Landeira